segunda-feira, 24 de outubro de 2011

Solenidade Brasil e Uruguay

Um marco importante para nosso projeto de Integração o Consulado da República Oriental do Uruguay faz Doação da Placa de José Enrique Rodo para Unipampa Campus Jaguarão.




Discurso do Cônsul da República Oriental do Uruguay Daniel Botta Luquin.
José Enrique Rodo ( 1872 - 1917 )
Una de las mentes más universales en la Literatura Hispana fue la del uruguayo José Enrique Rodó. El autor de Ariel, se le puede considerar el ensayista de mayor influencia del Modernismo. Sus obras causaron gran repercusión en la juventud de toda la sociedad hispana del Nuevo Mundo, tanto así que surgieron muchos llamados arielitos inspirados en su filosofía.
Nació en Montevideo, José Enrique Rodó llegó a formar parte de aquella revolución literaria, y política, que comenzó a finales del siglo XIX en el Uruguay. Su exposición fue tan aceptada que es considerado, con excepción de Rubén Darío, el modernista de mayor popularidad.
Además de ser reconocido como un distinguido escritor desde su juventud, Rodó también tomó parte activa en la sociedad. Por varios años sirvió como Diputado en la Cámara Baja de nuestro país, fue director de la Biblioteca Nacional, y profesor de la Universidad. Junto con otros talentos uruguayos edito publicaciones de alto valor literario formando parte de "la generación del 900” y sirvió de corresponsal en varias revistas y periódicos, entre otros La Nación y Caras y Caretas de Buenos Aires, colaborador de "Los Primeros Albores" y fundó con Martínez Vigil y Pérez Petit en 1895 la "Revista Nacional de Literatura y de Ciencias Sociales" entre 1895 y 1897. También lo hizo con el diario "La Nación" de Buenos Aires (Argentina).
Decía Emilio Frugoni: Rodó soñaba con una civilización en la que la vida adquiriese un amplio sentido humano y el espíritu, libertado de las rudas y vulgares ligaduras que hoy lo atan a las absorbentes preocupaciones de orden material, pudiera desplegar sus alas remontándose plácida y gallardamente en la luz. Este es el pensamiento que inspira su Ariel, exhortación lírica a defender la libertad interior ante las opresiones del medio externo y a salvar las alas íntimas del ideal, de las inexorables tijeras del utilitarismo.
Entre sus principales obras tenemos: "La novela nueva" (en 1897); "El que vendrá" (en 1897); "Su última obra" (en 1899); "Ariel" (en 1900, aquí propone un idealismo espiritualista como defensa de Hispanoamérica, de la tradición greco-latina ante el predominio cultural de los Estados Unidos dominado por el utilitarismo, produciendo esto los llamados "arielitos", que eran jóvenes que se identificaban con su filosofía antiimperialista); "Liberalismo y jacobinismo" (1906); "Motivos de Proteo" (obra de filosofía moral escrita en 1909); "El mirador de Próspero" (recopilación de ensayos de escritores latinoamericanos hecha en 1914); "El camino de Paros" (publicada póstumamente en 1918 sobre meditaciones y andanzas); "Nuevos motivos de Proteo" (igualmente publicada póstumamente en 1927).
Constituye elemento importante dentro del pensamiento de Rodó el llamado "sermón laico", muy en boga en su tiempo dentro de la cultura rioplatense, especialmente la uruguaya,  de mediados del Siglo XIX. Así nos lo recuerda Real de Azúa cuando nos trae estos comentarios: "De lo que a través del libro ha accedido hasta nosotros refiriéndose a Ariel puede presumirse que el género a que se hace referencia representaba un tipo literario-ideológico intensa y hasta severamente normado.
En la obra "Ariel", Rodó personifica en sus personajes más que una individualidad, un concepto moral, ético o cultural. Por ejemplo, ve en Próspero al noble maestro, al mago de "La Tempestad" shakesperiana, que se reúne cada fin de año con sus jóvenes discípulos dentro de la serenidad de su salón biblioteca, Próspero simboliza el poder de la intelectualidad y de la sabiduría que choca abiertamente con Calibán quien es grosero, ignorante y luchador de aquellas sociedades que buscan igualarse, pero en su nivel más bajo de cultura. Ariel es un símbolo de lo más noble del espíritu humano, desinteresado, racional y espiritual al que invoca como su numen diciendo: "Quisiera para mi palabra la más suave y persuasiva unción que ella haya tenido jamás. Pienso que hablar a la juventud sobre nobles y elevados motivos, cualesquiera que sean, es un género de oratoria sagrada. Pienso también que el espíritu de la juventud es un terreno generoso donde la simiente de una palabra oportuna suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una inmortal vegetación... Yo os digo con Renán: "La juventud es el descubrimiento de un horizonte inmenso que es la Vida".
Más adelante, y nuevamente en voz de Próspero, Rodó analiza el mundo griego como imbuido de la gracia de la niñez y del optimismo de la juventud cuando relata: "Aquél que en Delfos contemplaba la apiñada muchedumbre de los jonios dice uno de los himnos homéricos se imagina que ellos no han de envejecer jamás". Grecia hizo grandes cosas porque tuvo, de la juventud, la alegría, que es el ambiente de la acción, y el entusiasmo, que es la palanca omnipotente. El sacerdote egipcio con quien Solón habló en el templo de Saís, decía al legislador ateniense, compadeciendo a los griegos por su volubilidad bulliciosa: ¡No sois sino unos niños!... Pero de aquel divino juego de niños sobre las playas del Archipiélago y a la sombra de los olivos, nacieron el arte, la filosofía, el pensamiento libre, la curiosidad de la investigación, la conciencia de la dignidad humana, todos esos estímulos de Dios que son aún nuestra inspiración y nuestro orgullo".
Después de hacerle al cristianismo de los primeros siglos, las mismas loas que hizo de los griegos, piensa que éste triunfó con su encanto de juventud interior ante la severidad de los estoicos y a la decrepitud de los mundanos; al igual, que consideraba que en los diálogos platónicos, fue posible una breve primavera del mundo, concluyendo Rodó que la fuerza de corazón ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no esquivando su interrogación formidable.
Compara posteriormente, el tipo de actividad que deben realizar los jóvenes, no limitándola solamente a un solo aspecto, sino más bien, cada uno debe alcanzar la plenitud de su ser.
Demuestra Rodó su afecto hacia la figura del Comte positivista cuando recuerda: "Augusto Comte ha señalado bien este peligro de las civilizaciones avanzadas. Un alto estado de perfeccionamiento social tiene para él un grave inconveniente en la facilidad con que suscita la aparición de espíritus deformados y estrechos; de espíritus "muy capaces bajo un aspecto único y monstruosamente ineptos bajo todos los otros". El empequeñecimiento de un cerebro humano por el comercio continuo de un solo género de ideas, por el ejercicio indefinido de un solo modo de actividad, es para Comte un resultado comparable a la mísera suerte del obrero a quien la división del trabajo del taller obliga a consumir en la invariable operación de un detalle mecánico todas las energías de su vida".
Decía el maestro de su propia obra: "La índole del libro (si tal puede llamársele) consiente, en torno de un pensamiento capital, tan vasta ramificación de ideas y motivos, que nada se opone a que haga de él lo que quiero que sea: un libro en perpetuo «devenir», un libro abierto sobre una perspectiva indefinida".
"Ya no se profesa el culto de una misma Ley y la ambición de una labor colectiva, sino la fe del temperamento propio y la teoría de la propia genialidad... Las voces que concitan se pierden en la indiferencia. Los esfuerzos de clasificación resultan vanos o engañosos. Los imanes de las escuelas han perdido su fuerza de atracción, y son hoy hierro vulgar que se trabaja en el laboratorio de la crítica. Los cenáculos, como legiones sin armas, se disuelven; los maestros como los dioses, se van...".
"La democracia y la ciencia son, en efecto, los dos insustituibles soportes sobre los que nuestra civilización descansa; o expresándolo con una frase de Bourget, las dos "obreras" de nuestros destinos futuros. "En ellas somos, vivimos y nos movemos"
Ahora bien no nos compete a nosotros el continuar adentrándonos en el análisis del libro Ariel sino a los maestros el ponerlo sobre los pupitres y a los ávidos estudiantes escudriñar, inquirir y superar al maestro. 

A Diretora Maria de Fatima Bento Ribeiro recebe obras  do presidente da Fundação Enrique Rodo.

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